La mamografía y la ecografía de mama son dos pruebas diagnósticas utilizadas para detectar precozmente el cáncer de mama. Es cierto, que la mamografía es la más utilizada y, sin duda, la más conocida por las mujeres. Sin embargo, ambas son pruebas complementarias que permiten detectar el 94% de los tumores pequeños.
La principal diferencia: la densidad de la mama
La edad de la paciente y la densidad de la mama van a determinar qué prueba se va a realizar.
Mientras que la ecografía es muy eficaz en aquellas mujeres con mamas densas, ya que permite analizar la mama desde distintos planos, las mamografías o exploraciones físicas no permiten detectar con claridad anomalías que puedan derivar en una cáncer de mama.
Los estudios realizados indican que la mamografía detecta el 98% de los cánceres pequeños en mujeres con mamas poco densas, mientras que sólo detecta en 48% en aquellas más densas.
¿A qué se debe esto? El tejido raso se observa en una tonalidad oscura en la mamografía, mientras que el tumor aparece de color blanco. Conforme aumenta la densidad de la mama, este tejido empieza a aparecer también en color blanco, por lo que diferenciarlo del tumor se hace más complicado.
Es por ello, que se realiza una ecografía a través de ondas de ultrasonido. Al combinar ambas pruebas diagnósticas se logran detectar eficazmente el 94% de los tumores pequeños.
Es importante recordar que, además de las exploraciones que realiza el médico durante el chequeo ginecológico, es imprescindible realizar una vez al mes una autoexploración de las mamas en casa. Al detectar alteraciones o cambios en las mismas se debe acudir a la mayor brevedad a la consulta del ginecólogo.